"...De repente, empezaron a sonar todos los teléfonos. Aquello era una pesadilla. Madame Mbara chillaba y lloraba en pleno ataque de histeria, Marlene estaba pálida y sus ojos parecían no mirar a ninguna parte. Yo no sabía qué hacer. Descolgué el teléfono de mi escritorio, que seguía sonando...
Salí inmediatamente hacia la planta del Director General no sin antes decirle a Marlene lo que había pasado con la madre de Mariatou...
El pasillo se había convertido en un hervidero de subdirectores generales y directores de departamento. Nunca me había dado cuenta de cuántos éramos. La noticia del atentado de Nueva York había dado ya la vuelta al mundo y el director general había hecho instalar una pantalla gigante en la sala de reuniones..."
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